Queridos
lectores, al ser Rolex una de las más famosas marcas suizas de relojes, nos ha
parecido oportuno acercarnos un poco a sus orígenes, que la verdad son
realmente curiosos.
Mercedes
Gleitze se convirtió en 1927 en la primera mujer en cruzar a nado el Canal de
la Mancha, pero su éxito se vio empañado por una impostora, que proclamaba
haberlo hecho en menos tiempo. Así que dos semanas más tarde, Gleitze decidió
volver a nadar los aproximadamente 35 km en el conocido como “Vindication
Swim”. El desafío recibió una publicidad considerable y Hans Wilsdorf, fundador
de la empresa de relojes Rolex, al darse cuenta del potencial de mercado que
podía encerrar convertirse en su patrocinador, le pidió que llevase uno de los
nuevos relojes Oyster. Gleitze tuvo que ser recogida del agua a 11 km de la
costa, pero un periodista se fijó en que el reloj de oro que llevaba colgado en
una cinta al cuello seguía marcando la hora exacta. Había nacido una leyenda. Un
mes después se lanzaba en el Reino Unido el Rolex Oyster Perpetual.
Hans
Wilsdorf, un relojero alemán, se había instalado en Londres en 1906 y fundó la
marca Rolex en 1908. El nombre, que se decía que reproducía el sonido del
mecanismo de un reloj al ser enrollado, funcionó internacionalmente. A partir
de 1912, la compañía se estableció en Ginebra para ahorrar tasas de
exportación. En principio, Wilsdorf y su socio y cuñado Alfred Davis, se habían
dedicado a hacer las cajas e importar los mecanismos. Sin embargo, con la
creación por parte de Cartier en 1904 (para el aviador Alberto Santos-Dumont)
de lo que se reconoce como el primer reloj de pulsera, este estilo comenzó a
reemplazar a los relojes de bolsillo. En Rolex vieron su oportunidad.
De
inmediato, la Rolex Watch Compañy empezó a producir una nueva raza de
resistentes relojes. En 1910 recibió la primera certificación oficial de
precisión cronométrica para un reloj de pulsera. La fabricación de relojes a
prueba de agua siguió avanzando, pero el Oyster no fue una realidad hasta que
Rolex compró al relojero suizo Perret&Perregaux los derechos de la patente
de una corona de sellado hermético. En 1926 se presentó el primer reloj a
prueba de polvo, hermético y, lo más impresionante para su época, estanco.
Posteriores
progresos incluyeron el movimiento automático mediante rotor en 1931. Con ello
se ahorraban sellados y se podía sumergir durante más tiempo. En 1945 se creó
un mecanismo para mostrar la fecha que dio lugar al Oyster Perpetual Datejust.
En 1953, el Rolex Submariner, el primer reloj capaz de soportar una profundidad
de 100 metros, dio el salto de herramienta especializada a artículo de lujo. El
Explorer salió en 1954, el GMT Master (primer reloj con doble horario) en 1955,
el Sea Dweller en 1967 y el Cosmograph Daytona en 1976.
Otros
relojes pueden ser más llamativos que el Oyster básico, e incluso más exactos,
pero pocos han sido más deseados, como sugiere el interés que ha despertado en
la industria de las imitaciones. Este modelo ha acabado por definir el
arquetipo de reloj: simple a la vez que robusto, elegante a la vez que varonil.
Gracias a un servicio especial organizado por Wilsdorf, los prisioneros de
guerra británicos durante la II Guerra Mundial podían encargar, por carta y
directamente desde los campos de prisioneros, un Oyster, normalmente un Speed
King. Como dato curioso, el cabo Clive Nutting, uno de los organizadores de la
famosa “gran evasión” (de la cual ha habido hasta una película, interpretada
por Steve Mcqueen entre otros), encargó un cronógrafo 3525 y, aunque no era
oficial, tuvo acceso al mismo servicio. Se cuenta que el reloj fue utilizado
para cronometrar los movimientos de los centinelas y ayudar en el intento de
fuga.
Tenzing
Norgay y Edmund Hillary llevaban relojes Oyster cuando conquistaron la cima del
Everest en 1953: el reloj funcionó bien a 8.840 metros de altitud. Siete años
después, la edición especial Sea Dweller, lucida por el pionero del
submarinismo Jacques Piccard, descendió hasta el fondo de la fosa de las Marianas,
a 10.916 metros, el punto más profundo dela tierra. Por otro lado, James Bond
eligió un Oyster Perpetual en las novelas de Ian Fleming y, hasta 1995 (fecha
en que el agente secreto comenzó a lucir un OMEGA Seamaster) el Bond de la
franquicia cinematográfica se decantó por un submariner.
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